¿Es que realmente no conseguimos accionar? ¿O tal vez estemos accionando de más?
Es difícil parar, parar el cuerpo, parar, parar/nos. Bombardeados de estímulos, nuestros cuerpos/nosotros parten disparados atravesando espacios, tocando otros cuerpos, devorando y siendo devorados, sin digerir y sin ser digeridos, carentes de sustancia e incapaces de asimilar.
¡No da tiempo!
¿No da tiempo?
¿No da el tiempo o no da el espacio?
Toda la sustancia de nuestro espacio está ya digerida.
Un no tiempo en un no espacio dentro del tiempo/espacio determinado en que nos es permitido libremente movernos. Movemos en libertad en el espacio determinado de un tiempo determinado, determinados-nos, determinando-nos. Paradigma de libertad determinada.
Nuestra incapacidad de accionar está directamente relacionada a el exceso de accionar en un espacio tiempo vacío.
¿Qué hay de lo que queda fuera?
¿Estamos dentro de qué quedando fuera de qué?
El dentro en que estamos no es el único espacio posible.
La vertiginosa libertad de movernos en el espacio determinado/posible limita la percepción del otro posible, del otro espacio posible, de otros espacios, de otro yo, de otro tiempo, de otro-otros.
Percepción limitada de una posibilidad de ser/estar/habitar otro tiempo-espacio que en algún lugar de nosotros -¿dentro/fuera?- aún resuena. Resuenan en el espacio/cuerpo dilatado ecos que despiertan son-oridades en nosotros, en los otros, nosotros en los otros, un coro de presencias. Solo que para tantas presencias el espacio-tiempo-determinado no es suficiente, no alcanza con dilatar, sin un abrir la dilatación se transforma en un mero espacio vacío, en ese vacío la presión es una angustia multiplicando los ecos a los que no conseguimos responder, no sabemos como, aunque entrenados en escuchar/responder no sabemos como reaccionar, accionar. Impulso y acción no son más la misma cosa. Dilatados dentro de un tiempo/espacio dilatado el vacío nos angustia. La presión del vacío produce depresión que necesita ser des-presionada.
Depresión. Des-presión. De-presión-presión-des-presionar. De-presionar la depresión. ¿Cómo?
El dentro en que estamos no es el único espacio posible.
Estamos de acuerdo con que la piel no es un límite, es un lugar de encuentro.
No somos límite, somos los otros en nosotros, nosotros en el espacio. ¿Cuál es el límite de ese espacio? ¿Dónde la frontera? ¿Quién decide el espacio en el cual moverse? ¿Quién decide la duración del tiempo?
¿Cuál es el dentro-mi-dentro y el dentro en el que soy yo-dentro?
Los cuerpos se dilatan en el espacio-tiempo generando la música que danzamos danzándonos. “Reverberandonos”. Esto da un sentimiento de pertenencia, estamos cómodos, aparentemente libres y protegidos dentro/entre-nos.
Hasta aquí con mi cuerpo, con nuestro cuerpo espacio nuestro, dentro del nuestro dentro/fuera nuestro. Dilatados pero encerrados.
Están llegando otros impulsos.
Llegan noticias-ecos-sonoridades (¿impulsos?/¿estímulos?) del mundo otro que atraviesan la frontera del mundo nuestro. Incomodan, no están dentro del dentro. Es incómodo cuando en el espacio de las propias rutinas llegan vibraciones a las cuales no se sabe responder, el entrenamiento nos domesticó a escuchar/responder dentro de los códigos de estímulos-impulsos en el espacio reconocido del espacio dentro/fuera propio. El entrenamiento que nos domesticó en el espacio determinado no nos permite repuestas a los impulsos del fuera/fuera. Nos abrió para encerrarnos.
El entrenamiento tiene sus límites, genera sus límites.
Cuando se habla de animales el entrenamiento es domesticar. Para “El Principito” domesticar es crear lazos. Puede ser. Tal vez sean esos lazos los que definen nuestro espacio.
¿Será que el que está haciendo todo ese ruido allí afuera quiere ser domesticado? ¿Será que tendremos que crear más lazos para traer dentro lo que está fuera?¿Y si no quiere? O ¿Será que tendremos que salir para reconocer/reconocernos?
Uno de los otros espacios posibles resuena en el espacio que habito/me habita y me quedo sin respuestas, es incómodo, la presión deprime. No quiero ser un actor que a partir de una cierta frecuencia de sonido se queda sordo, paralizado. Entrenado o domesticado amo los lazos que me tienen aferrado a mi-mis queridos cuerpos-presencias que co-habitan mi espacio. Pero a veces me paralizan. ¿Cómo deshacer la maraña sin perderlos/nos? Sin-perdernos.
Sin lazos el vacío no es más un juego, es un abismo.
El actor entrena, se entrena creando en si una caja de resonancia. ¿Será necesario adquirir defensas para protegerse de otras resonancias?, ¿será necesario protegerse de los ecos que llegan de los espacios ajenos? ¿Ajenos? ¿Qué me es ajeno?
Más paradigmas: espacio/ajeno – protegerse.
El actor que se protege no es un paradigma, simplemente no es.
Si no se puede resolver el paradigma se puede intentar crear otro actor-bailarín.
Ni domesticar para traer dentro ni cerrar para protegerse.
¿Nos será posible otra dramaturgia para crear otra/s respuesta/s posible/s?
Ni domesticar ni cerrar. Nada humano nos es ajeno.
No nos es posible enajenarnos del mundo. Además; ¿quién decide el límite del propio mundo? ¿Dentro – fuera? ¿Entre?
Disparados los impulsos somos disparados transitando secuencias de acciones, estimulados de impulsos se disparan las acciones en el espacio determinado. La dramaturgia del actor es su acción física, su naturaleza es re-construida en su entrenamiento y está domesticado para escuchar/responder con su caja de resonancias a los impulsos que se transforman en acciones, creando una secuencia de estas respuestas determinada por las condiciones del espacio tiempo que quien sabe quien determinó. Determinado ese espacio -en complicidad o simplemente impuesto-, esa pertenencia al espacio/tiempo se transforma en protección, límite. Entrenados para responder terminamos protegiéndonos de los impulsos que llegan de afuera del ¿“propio”? mundo, a veces incluso del afuera – adentro del ¿“propio”? mundo.
Es estimulante pensar en la posibilidad de crear una nueva respuesta, una nueva dramaturgia.
Si no se crea/recrea un entrenamiento para esa dramaturgia el actor-bailarín no se libera/escapa del modelo de producción, permanece secuestrado en el “propio mundo” perdiendo su sentido de ser, reafirmando su no ser. Condenado a no responder, solo a reaccionar.
¿“Accionando demás”? No, no es acción, es mera reacción, estímulos que generan reflejos condicionados. No son respuestas, son reflejos. Otros impulsos son posibles, otra secuencia de acciones, otro accionar.
Llegan ecos, impulsos que no logrando ser estímulos quedan sin respuesta, para reaccionar/accionar es necesaria otra dramaturgia.
Responder escuchando, estamos entrenados para eso. ¿Y para reaccionar?
Otra dramaturgia es posible.
Norberto Presta
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